En un corral grande y soleado, donde había gran cantidad de animales,
vivía una gallina de plumaje marrón que destacaba entre todas por su altivez y
gran porte al andar, se llamaba Betty.
El
nombre se lo había puesto Raquel que ponía nombres a todos los animalitos,
incluso a sus muñecos.
La niña iba todos los
días a casa de su abuela para ver a los animales del corral, los que más
admiraba era a Betty, la gallina y Hércules el conejo, al que tenia más miedo
era al gallo porque algunas veces la había picado.
Lo
que más le gustaba era coger los huevos en cuanto avisaban las gallinas con su
cacareo, además su abuela se los preparaba rellenos, en tortilla francesa,
española, fritos con patatas o al plato con guisantes y jamón. Si por Raquel
fuera los comería a diario, por lo que un día su abuela la dijo que tenían que
guardar los huevos para tener pollitos.
Raquel se quedó muy sorprendida y
no entendía que tenían que ver los huevos con los pollitos, entonces su abuela
le explico, lo mejor que pudo, que Betty estaba clueca, es decir andaba
tristona, alicaída y con ganas de ser mamá o no había observado que no andaba
tan tiesa, ni cacareaba con la fuerza de antes.
Raquel
dijo que sí, pero pensaba que estaba malita y se lo iba a decir, pero que
siguiera con la explicación pues seguía sin entender nada.
Bien,
dijo su abuela, ha llegado el momento de colocar varios huevos en un ponedero,
verás como Betty se pone encima de ellos para darlos calor hasta que nazcan los
pollitos.
-
¿Y cuándo
van a nacer? –preguntó Raquel-
-
Más o
menos en 21 días
-
¿Y como
se yo cuando pasan los 21 días? (Raquel era muy pequeña)
-
Lo que
podemos hacer para que lo sepas es marcar cada día en el calendario.
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