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- Educar sin perder los nervios - Tania García - 5/10
- Últimos días en Berlín - Paloma Sánchez-Garnica - 9/10
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Creo que con la nota que he puesto ya os digo todo.
Mientras, el tiempo que pasa tan
rápidamente, los pollitos iban cambiando su pelusita por plumitas y se hacían
mayores muy deprisa, tanto que Betty ya ni se preocupaba de ellos y a Pivot
tuvieron que ponerle en una caja bastante grande para que no brincara y se saliera de ella.
Pivot veía todos los días a su mamá
y esta se sentía muy orgullosa de él, hablaban entre ellos a su modo, pues
todos los animalitos se entienden entre sí y pasaban ratos muy agradables
juntos en el corral.
Un buen día estaba la abuela con la
mamá de Raquel hablando, mientras está jugaba con Pivot y decía que Betty ya
estaba muy vieja y debían matarla para hacerla en pepitoria, pues si la dejaban
más tiempo iba a estar muy dura y solo la podrían aprovechar para el cocido.
Raquel al oír esto se quedo perpleja y dijo que no estarían hablando de su
Betty la mamá de Pivot, entonces la abuela la hizo comprender que el fin de los
animalitos del corral es la cazuela pues para eso se crían no para que se
mueran de viejos y que por eso no era bueno encariñarse con ninguno, además ya
se habían comido a Hércules en una paella y no había pasado nada, incluso a
ella le había gustado mucho lo rica que estaba.
La niña lo comprendía, pero Betty
era muy especial y además era la mamá de Pivot, el cual parecía entender la
conversación y estiraba el cuello todo lo que podía para no perder palabra.
Pasaron unos días y aprovechando
que Raquel estaba en casa de una amiguita la abuela decidió terminar con Betty,
pues si la niña no lo veía sería mejor para todos. Pivot andaba de un lado para
otro y cuando la vio dirigirse al corral con un cuchillo de cocina en la mano
corrió delante de ella y al abrir la puerta se interpuso entre la abuela y
Betty, lanzando picotazos a la abuela e intentando defender a su mamá lo mejor
que podía, en ese momento apareció Raquel
y llorando pidió a su abuela que perdonara la vida de Betty, pues ya veía
como Pivot la defendía, además podía ser muy útil teniendo más pollitos por lo
que la abuela hizo caso y la indultó.
Así Betty vivió muchos años más
junto a sus polluelos, pues incubo varias veces
y Pivot al hacerse mayor paso a vivir en el corral donde era visitado
todos los días por Raquel.
La abuela le advirtió que quedaban
tres por salir y le podía gustar otro, pero ella insistió en que no, que era
ese el que quería.
Preguntó Raquel que pasaba con los
otros huevos y la abuela dijo que podían salir a lo largo del día o quizás a
otro.
Raquel se adueño del pollito y le
llamó “Pivot” pues como era tan alto le recordó enseguida los jugadores de
baloncesto y se le llevó a casa de su abuela. No obstante no dejó de vigilar a
Betty hasta que dos días después nacieron los otros tres pollitos que faltaban,
a estos los tuvo que ayudar Betty a romper el cascaron pues estaban más débiles
y ellos sólitos no podían.
Betty los cuidaba amorosamente, los
llamaba con su cacareo y acudían detrás de ella por todo el corral, comiendo lo
que su mamá les señalaba, alguno de ellos estaba muy débil y la abuela les dio
una bolita de pimienta para que atiesaran más rápidamente. Si presentía algún
peligro abría sus alas y los pollitos se cobijaban bajo ellas para protegerse.
Raquel estaba encantada con esta
experiencia y se pasaba gran parte del día en el corral, pero ella tenia que
cuidar a Pivot, en cuanto llego a casa de su abuela le puso en una caja de zapatos y le dio leche con miga
de pan, su abuela se reía pues no era muy adecuado lo de la leche para un
pollo, la indicó que debía darle miguitas de pan, sin leche, granitos de arroz,
incluso triturados ahora al principio y granitos de trigo. Por la noche tapaba
la caja con su tapa donde había hecho unos agujeros para que Pivot pudiera
respirar.
Enseñó el pollito a sus amigas y a
todo el pueblo, pues cuando iba a la compra con su abuela o con su mamá se le
llevaba y todo el mundo conocía a Pivot.
Mientras, Betty paseaba por el
corral con sus pollitos detrás los cuales parecía que crecían más que Pivot.
Raquel un buen día no se le ocurrió,
para que Pivot estuviera guapo, más que
pintarle con acuarelas lunares verdes sobre su plumaje amarillo y llevarle para
que le viera Betty, está al verle tan raro le pego un picotazo y Raquel se le
llevó corriendo y le baño en un cubo de agua con un montón de espuma, el pobre
Pivot no ganaba para sustos con la niña, esta quería hacerlo tan bien que poco
más y le mata.
Su abuela le regaño y le dijo que
como se portara a sí con el pollito le devolvería al corral con Betty que
seguro le cuidaría mejor.
Desde ese día Raquel se tomó muy en
serio su cuidado y le trataba muy bien, incluso le llevaba a ratos al corral
para que viera a su mamá. Betty lo agradecía e incluso parecía que charlaba con
Pivot, pues ella cacareaba y Pivot piaba, daba gusto verlos juntos.
Otro día para que le viera Betty
guapo le puso un lazito negro en el cuello que tenia de un muñeco. La verdad es
que estaba elegante y guapetón pensó Raquel al verle.
- Hasta el 2 de mayo en Alcalá de Henares
- Del 6 al 15 de mayo en Tres Cantos
- 7 y 8 de mayo en Boadilla del Monte
- 14 al 22 de mayo en Fuenlabrada
- 20 -21 y 22 en Alcobendas
- 27 de mayo al 12 de junio en LA FERIA DEL LIBRO DE MADRID.
Debido a mi mala salud no podré estar presente en ninguna de ellas, me daré un paseo por la de Fuenlabrada.
Espero que mis cuentos, así como mi novela, sigan teniendo la misma aceptación de siempre.
Un abrazo y gracias a todos.
-
¿Y Betty
se va a poner malita?
-
No, lo
que pasa es que para darlos el máximo de calor habrá días en que no se levante
ni para comer, ni beber, solo cuando lo necesite mucho.
-
Pues
podemos colocar comida y agua delante de ella para que no se mueva y pueda
comer.
-
Me parece
una idea estupenda.
Fueron al corral colocaron ocho
huevos y se salieron.
Betty fue de un lado para otro, pero terminó colocándose encima de los huevos.
Al
día siguiente Raquel coloco un recipiente con comida y otro con agua delante de
Betty para que no tuviera que moverse e incubara lo mejor posible los huevos y
marcó el primer día en el calendario.
Los días pasaban muy lentamente
para Raquel que estaba ansiosa por ver los pollitos, mientras tanto cuidaba lo
mejor que podía a Betty, aunque a veces se levantaba para picotear por el
corral y hacer sus necesidades, y marcaba los días en el calendario.
La niña hizo prometer a su abuela
que uno de los pollitos seria para ella.
Cuando llegó el día 20 Raquel no
salía del corral, observando todos los movimientos de Betty y esperando el gran
momento.
Por fin el día 21 Betty se puso
algo inquieta, se ahueco para un lado y los huevos empezaron a vibrar. Raquel
llamó a gritos a su abuela, la cual acudió rápidamente y le dijo que había
llegado el gran momento.
Los huevos vibraban porque los
pollitos intentaban con su pico romper el cascarón para poder salir, lo
consiguieron cinco, Raquel estaba muy nerviosa y tenía los ojos desorbitados,
era un espectáculo único, los cascarones a medio romper y los pollitos saliendo
a tropezones como si estuvieran adormilados, todos eran amarillos, con un
plumaje como pelusita, uno de los pollitos destacaba por su estatura,
sobresalía la cabeza por encima de todos, Raquel enseguida dijo ¡ese es mi
pollito!
En un corral grande y soleado, donde había gran cantidad de animales,
vivía una gallina de plumaje marrón que destacaba entre todas por su altivez y
gran porte al andar, se llamaba Betty.
El
nombre se lo había puesto Raquel que ponía nombres a todos los animalitos,
incluso a sus muñecos.
La niña iba todos los
días a casa de su abuela para ver a los animales del corral, los que más
admiraba era a Betty, la gallina y Hércules el conejo, al que tenia más miedo
era al gallo porque algunas veces la había picado.
Lo
que más le gustaba era coger los huevos en cuanto avisaban las gallinas con su
cacareo, además su abuela se los preparaba rellenos, en tortilla francesa,
española, fritos con patatas o al plato con guisantes y jamón. Si por Raquel
fuera los comería a diario, por lo que un día su abuela la dijo que tenían que
guardar los huevos para tener pollitos.
Raquel se quedó muy sorprendida y
no entendía que tenían que ver los huevos con los pollitos, entonces su abuela
le explico, lo mejor que pudo, que Betty estaba clueca, es decir andaba
tristona, alicaída y con ganas de ser mamá o no había observado que no andaba
tan tiesa, ni cacareaba con la fuerza de antes.
Raquel
dijo que sí, pero pensaba que estaba malita y se lo iba a decir, pero que
siguiera con la explicación pues seguía sin entender nada.
Bien,
dijo su abuela, ha llegado el momento de colocar varios huevos en un ponedero,
verás como Betty se pone encima de ellos para darlos calor hasta que nazcan los
pollitos.
-
¿Y cuándo
van a nacer? –preguntó Raquel-
-
Más o
menos en 21 días
-
¿Y como
se yo cuando pasan los 21 días? (Raquel era muy pequeña)
-
Lo que
podemos hacer para que lo sepas es marcar cada día en el calendario.
Todos quedaron
muy sorprendidos de su petición, pero el Rey no podía negárselo y decidió que
en el plazo máximo de un mes estaría todo dispuesto para su partida.
Todo ese mes lo pasó Alafer escogiendo
el personal de su Corte, ejército y sirvientes.
Llegó el día de su partida y el Rey
se despidió de Alafer con lágrimas en los ojos, prometiendo la princesa que
volvería si la necesitaba y que estarían en continuo contacto.
Cuando llegó, Alafer lo primero que
hizo fue dictar bandos invitando a todos sus súbditos a participar en las
fiestas que había programado para festejar su llegada.
El tiempo pasaba y Alafer ayudada
por un Consejero de confianza gobernaba bastante bien y era muy querida por su
pueblo. El Rey que estaba al corriente de todo se sentía muy orgulloso de su
hija.
Pero llegó un día en que su Consejero
sobornado por el Jefe del ejército empezó a cobrar tributos abusivos al pueblo,
con la intención de enriquecerse a sus espaldas.
Lógicamente cobraban los tributos en
nombre de la princesa y al que no podía pagar le castigaban duramente.
El pueblo que amaba a su princesa
empezó a volverse contra ella, hasta que se sublevó.
La princesa, al fin enterada de
todo, no podía aplacar la sublevación por lo que tuvo que pedir ayuda a su
padre.
El Rey al frente de su ejército
partió en ayuda de su hija y en poco tiempo todo estuvo en orden.
Así aprendió Alafer que no se podía
fiar de cualquiera y desde entonces escogió mejor a su personal de confianza.
Años más tarde el Rey abdicó en
ella, pasando a gobernar todo su inmenso reino, siendo siempre justa y
bondadosa.
Alafer, era una joven princesa muy bella, pero excesivamente caprichosa.
Su madre murió al nacer ella y su padre dedicó su vida a gobernar lo mejor que podía su reino y a cuidar de la princesita con toda clase de mimos para que fuera inmensamente feliz.
La princesa era muy bondadosa, pero cuando quería algo no paraba hasta salirse con la suya.
Cuando iba a cumplir la mayoría de edad el Rey le dijo que pidiera el regalo que quisiera, pues era una edad muy importante y no se lo negaría, podía pensarlo hasta el día del cumpleaños.
El día del cumpleaños, muy de mañana, el Rey fue a sus habitaciones para ser el primero en felicitarla y le preguntó si ya había decidido su regalo.
La princesa dijo que sí, pero era algo muy especial y se lo diría en la fiesta.
No obstante el Rey hizo pasar a los sirvientes y le regaló un hermoso vestido de sedas orientales, para que fuera la más bella de la fiesta, varias joyas entre ellas una corona que había pertenecido a su esposa, madre de la princesa.
Alafer al ver la corona se emocionó y lloró pensando en su madre.
Por fin llegó la noche y la gran fiesta, Alafer brillaba con luz propia, estaba bellísima.
A la fiesta habían acudido, entre cientos de invitados, varios príncipes solteros que aspiraban a su mano, estaba la Corte en pleno, etc.
Después de la cena y haberla felicitado todos los presentes el Rey, sentado en su trono, la volvió a preguntar cuál era el regalo que quería.
La princesa, en pie, empezó recordando a todos que ella era la única sucesora de su padre, el Rey, y se sentía perfectamente preparada para gobernar, además quería demostrárselo a todos y por eso lo que pedía como regalo era un palacio que poseían en el otro extremo del reino y una Corte para gobernar esa parte del país y así estaría mejor preparada cuando llegara el momento de gobernar todo su extenso reino.
El mes de marzo he disfrutado poco con mis lecturas. Han sido:
Todo lo que se le ocurrió al papá decir fue:
- Tienes razón no es justo, pero el mundo está así de mal repartido.
A todo esto, los días pasaban muy rápidos para todos, Mohamed, aunque se acordaba mucho de su familia, recuperó la alegría y las risas como corresponde a un niño y se acercaba el día de su partida.
Unos días antes Elena, la mamá, le llamó a una habitación y le dijo:
- Como se acerca el día de tu partida he comprado algunos regalos para tu familia, juguetes para tus hermanos, algo de dinero para tus padres y un balón de fútbol para ti y alguna ropa, espero que te guste.
Mohamed lo miro todo con sorpresa, pues no esperaba nada, se quedo pensativo un momento y dijo:
-
Mamá,
no te enfades, sabes que os quiero mucho, pero no puedo con tantas cosas y
además vivimos sin nada de eso, ya estamos acostumbrados, de todas formas,
muchas gracias, sois muy buenos, no esperaba nada, pero yo he ido preparando
poco a poco una cosa para
llevársela.
- ¿Y que cosa es esa?
- Para nosotros es un tesoro y a vosotros no os cuesta nada, después de las comidas en vez de tirar a la basura las botellas vacías de agua he escondido debajo de la cama todas las que me caben en mi mochila para llenarlas del grifo el último día y llevármelas, se pondrán muy contentos al ver tanta agua junta y estaremos unos días sin tener que ir a buscarla.
- ¿Y porque has escondido las botellas?
- Por si no os parecía bien que me llevara tanta agua, aunque os lo pensaba decir, tengo cinco botellas que son las que me caben.
Elena el día antes de su partida preparó una mochila con ruedas donde cabían diez botellas, por supuesto compradas y con su precinto, así evitaba posibles evaporaciones o que llegara en mal estado.
Cuando lo vio Mohamed no pudo contener las lágrimas de alegría y se abrazo a Elena.
Toda la familia le prometió que
intentarían ayudarle a través de alguna O.N.G. y se despidieron de él hasta el
verano próximo.
Mohamed partió muy contento con su
GRAN TESORO.
A la hora de cenar Mohamed estaba
muy nervioso, cansado y extrañado de ver tanta comida en la mesa y no conocía
ninguna de ellas por lo que no quiso cenar.
Elena, la mamá, le dio un vaso de
leche y le acompaño hasta su habitación señalándole su cama y abriéndola para
que se acostara, cuando lo hubo hecho le dio un beso y se fue.
Se reunió con su marido y sus dos
hijos y les echo a los niños una
sonora bronca, pues ya
les habían explicado de donde procedía Mohamed y su forma de vida, bastante
distinta a la nuestra y les hizo prometer que a partir del día siguiente le
ayudarían en todo y no habría más risas, a no ser de alegría o de juegos.
Se fueron todos a dormir, pero antes
fueron a ver si ya se había dormido Mohamed y le encontraron acurrucado
durmiendo en el suelo encima de la alfombra, le dejaron así pues la mamá penso
que estaba más cómodo que en la cama.
Los días sucesivos todo fue
estupendo, Mohamed era un chico muy espabilado que aprendía muy deprisa y se
adaptaba bien a su nueva familia.
Por la siesta se iba con Marcos y
Pablo a su habitación y hacían guerra de almohadas y lo pasaban muy bien, por
la noche dormía también en la habitación de los niños, ellos en sus camas y él
en la alfombra en el suelo, los niños le imitaron una noche y a la mañana siguiente
les dolían todos los huesos del cuerpo, en esta ocasión fue Mohamed quien se
río de ellos.
Le llevaron al Zoo, Parque de
Atracciones y un montón de sitios más, pero el más divertido fue la piscina, pues,
aunque Pablo y Marcos le cuidaban como a un verdadero hermano y se metieron
donde no cubría, Mohamed penso que no había ningún peligro y se dio una buena
aguadilla, le compraron un flotador y a ratos le cogían cada uno de una mano
para que nadara y así en pocos días aprendió, era lo que más le gustaba la
sensación de libertad en el agua.
Una mañana, los tres niños, fueron
con la mamá hacer la compra, al entrar en el hipermercado, que era enorme,
Mohamed se quedó boquiabierto nunca había visto nada igual, pregunto que si
todo eso era comida. La mamá empezó a echar al carro leche, dulces, frutas,
pescado, carne, latas y un sin fin más de cosas y preguntó que si se iban a
comer todo eso.
El resto del día, aunque por la
tarde fueron a la piscina, Mohamed estuvo triste.
Cuando llegaba el papá de trabajar
se reunían todos para contarle como había ido el día, como lo había pasado
Mohamed, mostrar los progresos que hacía con el idioma, etc., pero ese día el
niño hizo una pregunta tremendamente difícil de contestar, dijo:
-
Papá por que mi pueblo no
puede tener lo mismo que vosotros o por lo menos un poquito, vosotros tiráis el
agua (se refería cuando regaban las calles), tiráis comida (lo que iba a la
basura después de cada comida), tenéis dinero para pagarlo todo, la piscina,
museos, chucherías, comida, etc.
Yo quiero
mucho a mi familia, pero cuando vuelva y les cuente todo lo que he visto me van
a llamar loco y no lo van a creer.
Los papás y los niños se quedaron callados y muy pensativos, pues
no sabían que contestar.
MOHAMED
Y
SU
TESORO
Mohamed es un niño saharaui que vino
a España de vacaciones en agosto, acogido por una familia.
Cuando fueron a recibirle al
aeropuerto se extrañaron de su excesiva delgadez y que dijo sentir frío pues
hacia 38ºC, claro que él estaba acostumbrado a temperaturas de 67ºC o más.
Enseguida
se sintió cómodo, aunque apenas hablaba español, pues la familia era muy amable
y cariñosa, eran los papás y dos niños.
Pero al pequeño Mohamed le esperaban
muchas sorpresas en España. Acordaros que venia de un desierto donde vivía con
su familia en una especie de tienda de campaña.
La primera fue al salir del
aeropuerto, donde ya empezaba a marearse entre tanta gente, y ver tantos coches
y edificios, no se lo podía creer.
La segunda al llegar a casa y ver
como vivimos, con muebles, le dijeron que se sentara en una silla y le daba
miedo, pusieron la tele y salió corriendo de la sala y volvió preguntando que
si le veían desde la tele.
Luego en la cocina le abrieron la
nevera y dijo que qué era eso y no es que Mohamed fuera tonto, sino que nunca
había visto ni una nevera ni ese tipo de comida, pero la mayor de las sorpresas
fue cuando abrieron un grifo y vio que salía el agua sin parar, se asusto e
intento sujetarla con sus manos salpicando a todos y sin saber muy bien lo que
pasaba.
A todo esto, los dos niños Marcos y
Pablo se morían de la risa, les dolía hasta la barriga de reír tanto, jamás lo
habían pasado mejor en sus vidas.